Por Lautaro Heger
Cuando pensamos en Michel Foucault es imposible resistirse a la inmediata referencia de, quizás, la más famosa de sus obras: Vigilar y castigar. Dicho texto, da cuenta de un riguroso estudio del derecho penal, y concretamente del régimen penitenciario del siglo XVIII hasta el siglo XIX, estudia la presencia de las relaciones de poder, las tecnologías de control, y la microfísica del poder presentes en nuestra sociedad. Sin embargo, no es una propuesta teórica que formula una solución al problema del poder y la manera como es ejercido a través de las formas jurídicas, sino una denuncia de sus excesos y las transformaciones que ha sufrido. Sobre todo éste marco teórico, el director Marcos Arano y su compañía Bolsas en el viento se sumergen en el abordaje de dicha temática, aportando comicidad y una excelente profundización en el sistema penitenciario argentino, así como en la indiferencia expuesta por los políticos y toda la sociedad en su conjunto frente a una problemática que nunca deja de suscitar polémicas de diversa índole. Y es en la complejidad de dicha problemática que Arano asume el desafío de generar la risa frente a escenas de extrema violencia y desesperación, acompañandolas con una eximia composición lumínica y espacial y un gran trabajo de música y efectos sonoros en vivo. Asimismo, logra mediante la participación del público generar un clima en el que se revela la fragilidad de nuestra libertad y pone en interrogación hasta qué punto se pueden seguir legitimando a las instituciones y actores que ostentan el poder para dictaminar la inocencia y la culpabilidad de alguien, conociendo perfectamente que éstas han caído en un mar de corrupción tal que difícilmente les permita recobrar la confianza y la seriedad con las que siempre intentan ser identificables.
Encuentro de Espectadores Revista de Arte y Cultura 