Diarios del odio: Develar lo irracional de lo político (y del sujeto)

diarios del odio 2

Por Lautaro Heger

Aristóteles distingue al hombre del resto de los animales en que el primero, a diferencia del segundo, posee el lenguaje que le permite expresarse en diversas situaciones. Ésta posesión de la palabra es lo que permite el desarrollo de la política, actividad que siempre se exhibe como racional, sobretodo en el debate de ideas y el ejercicio de la argumentación. Sin embargo, la política en sus manifestaciones posee, además, un fuerte componente emocional, el cual se hace visible en la apropiación por parte de las grandes masas de una ideología en particular. La adquisición de una ideología, y su posterior defensa a toda costa en contextos determinados, conlleva a que el componente racional que intenta reivindicar la política se diluya y se muestre el costado más instintivo que, tarde o temprano, deviene en violencia física. La mostración de esa violencia, nos muestra que la política disuelve en el sujeto la esfera de lo racional, tan desarrollada y vanagloriada por el hombre occidental, para darle paso a los instintos más crudos y violentos, los cuales lo tornan irreconocible. ¿Es posible evitar que un sujeto, inscripto en una sociedad altamente politizada y tan cargada de violencia, exhiba su costado instintivo en detrimento de lo que su lenguaje puede llevar adelante? La respuesta es no, porque en ese lenguaje también se incita a la violencia. Y ésto último es lo que se resalta en Diarios del odio, espectáculo performático-musical dirigido por Silvio Lang y concebido por la Organización Grupal de Investigaciones Escénicas. Tomando como material de base el poemario homónimo de Roberto Jacoby y Syd Krochmalny, contextualizando el trabajo en la Argentina contemporánea y exhibiendo a los sujetos atravesados por la dicotomía kirchnerismo/macrismo, Lang y sus intérpretes logran un trabajo en el que la esfera racional (representada por canciones con letras que denostan a la idiosincrasia kirchnerista) e instintiva (el trabajo corporal y coreográfico de los performers) del sujeto se exhiben en simultáneo, generando esa contradicción que siempre implica el campo tan frágil de la política

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