Mi obra maestra: El regreso de Duprat/Cohn y su mirada sobre el mundo del arte

Por Tamara Snitman

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En una temporada llena de estrenos argentinos, conocimos una nueva producción del ya consolidado equipo formado por los hermanos Duprat y Mariano Cohn. Mi obra maestra es el primer film de Gastón Duprat como director en solitario, manteniendo a Cohn en el rol de productor y a Andrés Duprat como guionista, quien además es el director del Museo Nacional de Bellas Artes (dato no menor teniendo en cuenta sus conocimientos sobre la tema central de la obra).

El trío responsable de películas como El artista (2009), El hombre de al lado (2009) y la multipremiada El ciudadano ilustre (2016) nos vuelve a ofrecer una mirada divertida y cuestionadora sobre el mundo del arte y todo lo que lo rodea: artistas, galeristas, críticos, modas que van y vienen, negocios millonarios, etc. No obstante, el gran acierto de Mi obra maestra (y quizás uno de los pocos que vale destacar) es la elección de la dupla protagonista Francella-Brandoni para la pantalla grande.

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La trama gira en torno a Arturo Silva (Guillermo Francella), prestigioso dueño de una galería de arte de Buenos Aires que siempre vemos preocupado por mantenerse a la par de los cambios en el circuito comercial del arte. Sin embargo, se ve en problemas cuando no puede colocar ninguna pintura de Renzo Nervi (Luis Brandoni), una caricatura de viejo testarudo y antisistema que supo ser un éxito en los ´80 para luego pasar de moda y ser olvidado como artista. Si bien parecen pertenecer a dos mundos opuestos, los une una añeja y entrañable amistad que los conducirá por todo tipo de situaciones absurdas con el objetivo de reflotar la carrera de Nervi.

A lo largo de todo el film está presente la mirada irónica de los realizadores hacia el mercado del arte, con un guión que deja expuesta la hipocresía, clichés (los típicos chamuyos para describir una obra), el snobismo y la sobrevalorización de algunos artistas. Pero como ya dijimos, el fuerte de Mi obra maestra recae completamente en la interpretación de los protagonistas, con un Francella que regresa a la comedia costumbrista (y no por eso menos inteligente) y un Brandoni excepcional que vuelve a tener un protagónico en cine.

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 Para aquellos que todavía no vieron la película les recomendamos evitar el tráiler, el cual increíblemente anticipa varios de los gags y hasta revela elementos para la resolución del relato. Más allá de cierto trabajo estereotipado de los personajes (son personalidades bastante extremas, sin matices) y algunas escenas que no tienen mucha razón de ser en el conjunto, el film se luce con una gran dirección de fotografía y timing perfecto para el manejo de la comicidad.

Esto último sin duda se debe a la química entre dos grandes actores del género, que hasta con una simple mirada cómplice en silencio logran sacar una carcajada en el espectador. Mi obra maestra quizás peca en repetir un tema que los mismos realizadores han sabido tratar mejor en otros films, pero es una película que funciona y que sobre todo, se disfruta.

 

 

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