Café Society, «Dreams are dreams»

Por Matías Katz

Un joven neoyorkino busca cambiar su rutinaria vida, y se muda a Los Ángeles donde vive si tío que es una de las personas mas importantes de la industria cinematográfica en Hollywood. Allí este joven consigue que su tío le de trabajo, y este le encarga a una de sus empleadas que le muestre la ciudad al chico. Pero el problema surge cuando lo que parecía el comienzo de un romance se transforma en un triángulo amoroso complicado.

De esta forma se teje la historia de Café Society,  la nueva película del interminable e inalcanzable Woody Allen, que una vez mas lleva al cine una historia simple pero con mucha profundidad por detrás.

La historia se sitúa en los años 30, y casi por completo en la ciudad de Los Ángeles, donde por aquella época proliferaba la industria cinematográfica en Hollywood. Y aunque por un momento pareciera que el film se mete en ese tema, termina virando hacia una historia mas simple, que es el amor. Y bien podría haber caído en clichés pero una de las grandes genialidades de Allen es que de una pequeña historia puede armar grandes mundos; tal vez comparándose a algunos grandes escritores de ficción donde arman mundo con pequeñas cosas, como Carver o Salinger. Pero en la pantalla grande es difícil encontrar directores que con algo pequeño arme un mundo, y sobre todo donde puede manejar distintos códigos, desde momentos de un humor muy ácido a otros de melancolía.

Otra de las grandes virtudes de Woody Allen es trabajar con actores y actrices que, o son poco conocidos, o por lo general vienen de un cine comercial, y en sus films suelen destacarse. Y es el caso de Jesse Eisenberg, que representó a Mark  Zuckerberg, y en Café Society trabaja muy bien su rol de jovencito simple pero soñador, donde luego se va transformando en un gran ejecutivo. Pero también es de destacar a Steve Carell donde su papel de tío rico aparece bastante en la vereda opuesta de otros papeles que ha hecho tanto en cine como en TV.

Y como suele pasar en los films de Allen, la música es un elemento ineludible, y en este caso el jazz neoyorkino calza perfecto en este relato.

Por eso recomendamos una vez mas ir a ver el cine de Woody Allen, por eso recomendamos  Café Society.

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